Pues cómo va a ser eso, que la nevera se puso en huelga. De tanto convivir con nosotros se volvió sindicalista. Y ahora todos los sábados deja de funcionar, seguro trata de convencernos de que reduzcamos su jornada laboral o intenta conseguir un bono por horas extras. Y la verdad, no puedo enfadarme con ella. Me jode que la comida se descomponga -me jode bastante- pero como que la entiendo. La cosa empezó cuando el 29-S y desde entonces cada sábado igual. Me cae que la nevera ha adquirido consciencia de clase. Me cae que lee a Foucault a escondidas mientras dormimos. La culpa es nuestra. Ahora no me queda más que afiliarla al sindicato de refrigeradores y ver si llego a un acuerdo con los representantes. O algo así.
Pero la verdad es que no es solo la nevera. Toda la casa anda revolucionada. La lavadora se ha vuelto muy proactiva y las tuberías de agua protagonizaron un alzamiento en toda regla.¡Un alzamiento! Me pusieron en jaque y tuve que recurrir a toda la tropa auxiliar para controlar la rebelión.
Tenía que pasar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario