lunes, 4 de mayo de 2009

Ejercicios de mecanografía, 5

Si fuera esquina le pediría a un perro que me meara encima; como no lo soy, creo que simplemente voy a ponerme un anillo para que todos aquellos que necesitan con urgencia renovar su permiso de residencia y no saben cómo o no pueden dejen de decirme lo guapísima que soy y el consabido ¿quieres ser mi novia?. Lo siento chicos: ya cedí mi prerrogativa. De todas formas consuélate: sería una pésima esposa.

El tesoro más grande de una mujer es ahora su opción a conceder voluntariamente la bendición de un pasaporte español integrado en la unión europea. Con ese precioso logo de estrellas que cada vez me recuerda más al de los estados unidos. Es un don bizarro este de concederle por amor a una sola persona -¡a una sola, la que tú escojas!- la posibilidad de ser tratado igual que tú. Ni mejor, ni peor: igual. Lo que implica, desde luego, que todos aquellos que no escojas, todos los que no merezcan tu amor, las van a pasar putas. La unión europea, qué gran putada para todos los que no están dentro (que son la mayoría).

Y luego, con la ley en la mano, despojarle de todos sus bienes habidos y por haber, lanzarlo a la calle, dejarlo sin nada...¡qué putada, también!. Los hombres no debieran casarse sino por extrema necesidad.

Y luego, las pensiones...ese gran tesoro que se transmite solo por matrimonio. Viejos españoles, si aún sentís la esquirla de la humillación viva en vuestros corazones, si late en el cuarto trasero el deseo de venganza, no os lo penséis más: apadrinad a un joven. Casaos con un miserable para que, cuando muráis, vuestra pensión sea la de ellos.

Españoles, españolas: regalad vuestra nacionalidad, regalad vuestra pensión. El amor, verdadero o supuesto, es la última brecha que abre las puertas de la ley. Forzad sus puertas. Hundid el sistema. Que salgan las ratas del barco que se hunde, maldita sea.

En mood apocalíptico, he dicho, como cada víspera a las cifras del paro. Es ya un ritual, supongo...cuántos miles de personas se irán a la calle, y el miedo, siempre el miedo: ¿seré yo la siguiente? Quiero deshacerme de ese miedo maldito que me envenena la razón. ¿Trabajo? ¿Desde cuando he querido yo un trabajo?

Y sin embargo...qué miedo.

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