sábado, 17 de octubre de 2009

El vacío (no-ejercicios de incoherencia)

Me pregunto cómo he llegado hasta aquí. Creo que fue en coche, muchas horas después de haber salido de otro lugar escapando de algo o bien buscando algo o no se sabe qué. Ay, cómo se enfadaron cuando nos vieron con la pizza! Había muchas curvas, y entre las barracas derruídas, un conejo enfermo. Dos perros hacían autoestop y un autoestopista autríaco que apestaba un poco sólo necesitaba siete quilómetros al norte. La cámara silbaba enronquecida. Yo ya no sabía ni qué.

La muerte nos barrerá a todos y nadie recordará ni la sombra de tu nombre. De eso estoy segura. Sentada, de tumba en tumba como si yo fuera la muerte misma, entre cementerios y alambradas, yo hubiese querido una puerta que se abriese, con un poco de luz detrás, y en vez de querer a los muertos, que me quisiesen los vivos. Recé por ello y sucedió. A veces se está tan solo entre los muertos!

Cálido abrazo de los muertos entre las manos heladas. He llegado como siempre demasiado tarde. Todos han huído ya y han dejado sus casas vacías. Los turistas se bañan entre esqueletos y bajo las bombas cien mil hombres y mujeres tiemblan de frío. Yo no se ni qué, pero seguiré preguntando un rato más, hasta que se me olvide cómo hacer preguntas.

No hay comentarios: