sábado, 5 de abril de 2008

Luz

¿Cómo mandas el mundo a la mierda? El mundo puede deshacerse de ti cuando quiera, pero ¿al revés?

Hoy he sentido el cliché de la primavera abriéndose paso a través de mi cáscara deshecha. La luz, bendito cambio horario que nos halagas con más sol y evaporas las lágrimas frustradas de gente como yo. Hoy podría adorar el sol y el cielo de colores que ondea sobre la especulación en forma de grúas y antenas, que ondea sobre la inflación creciente con rostro de todas las cosas que desearías comprar. (Paréntesis: el mayor triunfo de toda esta mierda seguramente es que pese a lo mucho que te jode, todavía te quedan ganas de comprar). Pero es que hoy la primavera avanza pese a tanta muerte, pese a tanto olvido, pese a todo, chilla de alegría porque es libre y nadie puede venderla, o comprarla, o alquilarla. Porque existe la primavera los desgraciados sonreirán unos instantes y serán menos infelices. Hermoso, hermoso cliché que tal vez consiga devolvernos de nuevo las ganas de seguir siendo como somos.

Desde la terraza veo los nidos donde los mortales gastan su existencia. Diminutas cuevas de objetos amontonados –pero yo no me peleo con mi novio-. Castillos en el aire de cosas, y cosas, y más cosas. ¿No vamos a perder nunca las ganas de estrenar objetos? Yo no me peleo, y soy feliz por eso, porque tenemos la primavera y teclados con los que avanzar centímetros sobre los infinitos kilómetros que quedan por recorrer. Tal vez algún día consiga atrapar mi vida en una frase. Entretanto, que vuelva la primavera cada año, porque hoy lo siento así de claro, que la primavera es un regalo para los miserables, para los desesperados y los desesperanzados, para los pobres, para los que sufren, dios, o quien sea, nos regala la primavera. Y nosotros la gastamos, la bebemos, la comemos, la acariciamos y la anunciamos, y podemos decirle al mundo, esta primavera es nuestra, jódete, porque no puedes rentabilizarla.


Nuestro pequeño cliché, porque soy cursi, y no me da vergüenza afirmarlo.